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jueves, 16 de octubre de 2014

Algunas No definiciones

¿Qué es la tristeza?
Una especie de hilo eléctrico, un relámpago, una soga hirviente o congelada que se ciñe a tu cuello y te corta la respiración. Un bosque repleto de sonidos disociados que te obligan a caer y a apretar los dientes. Un instante de sobrecogedor vacío que te paraliza los huesos y abre una llaga profunda y extendida a lo largo de todo el ser. Quizás lo más cruel de esa llaga es que nadie podría verla de no ser por la hermosa posibilidad de que a veces germine, que a veces se derrita y brote por los ojos como gotas de ácido. La garganta es un nudo, y tenían razón los que lo dijeron. La saliva se vuelve alquitrán. El resto del cuerpo podría ser de goma o papel. Frágil, tambaleante, un bosquejo de un dibujo que espera a ser terminado.
Algo así, aunque podría ser definida de mejor forma.
¿Qué es la alegría?
Un rayo de luz que te toma por sorpresa. Una avalancha de vibraciones musicales que inunda de color al cuerpo, que zigzaguea juguetona a través de los miembros, contagiándoles de una liviandad graciosa, ágil, listo todo para emprender vuelo. Un montón de fuegos artificiales tomando formas creativas, una corona de flores o un perro corriendo en el pasto, un piano y los dedos bailando en él o los pies descalzos moviéndose en la tierra mojada. Un montón de aves volando hacia el cielo, un atado de globos coloridos emanando de los ojos, una corona de luciérnagas asomándose por la boca.
¿Qué define este momento? ¿No es un poco de ambos? ¿No es un poco de ninguno?
Las palabras juguetean alegres entremedio de mis piernas. Unas gritan, otras callan. Las tomo y las abrazo.
Parece que de eso se trata todo esto. Las palabras son como las personas en el mundo.
Aquí estamos, preguntándonos cosas, tratando de alcanzarlas, de tocarlas, de penetrarlas hasta la médula, de llegar aunque sea un poquito a comprender algo...¿pero qué tenemos? Solo esto. Un montón de preguntas, un montón de respuestas, un montón de palabras que son dagas o caricias. Me gusta pensar que son tan adictivas como lo son para mí los chocolates.
Mis libros en el estante me guiñan un ojo. Uno de ellos abre sus brazos y deja crecer un par de árboles con hojas de palabras.
¿Qué es el amor?
La pregunta se plasma en las paredes, peligrosa, dolorosa, luminosa, transparente, oscura, fatal.
Las palabras que jugueteaban bulliciosamente entre mis piernas se detienen y quedan petrificadas. Sus letras titilan como pequeñas estrellas de vidrio.
¿Qué es el amor? ¿Qué es el amor?
¿No es algo tan enormemente grande que te hace tan pequeño? ¿No es un cúmulo de sentimientos? ¿No es todos los sentimientos?
¿Es odio?
Puede ser.
¿Qué es el amor?
He ahí el misterio.
Las palabras y yo tenemos miedo de contestar y no saber definirlo.
Agazapadas nos miramos unas a otras y temblamos.
No queremos decirlo.
Ya han gastado en ello muchas palabras ya. Algunas sinceras y otras asquerosamente profanadas y manoseadas.
¿Qué es el amor?
Un demonio con aspiraciones de ángel. O un ébola con aspiraciones de cura.

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