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miércoles, 22 de octubre de 2014

Objeción al abrelatas

¿Por qué vivir bajo el abrelatas?
Queremos levantarnos sobre las clavijas,
saltar hasta el techo tocando un vaso con agua inmóvil.
Morir no es lo mismo de noche,
una bomba podría explotar en la oscuridad
y nadie lo sabría.
¿Por qué encerrarse con sus cadenas de colores?
Nosotros podemos vivir bajo el puente
o en lo alto de la Torre Eiffel,
caminaremos sobre las aguas
con una laptop descargada
y unos lentes de contacto rojos.
Volaremos como Superman
esquivando la contaminación de las industrias de Santiago,
nuestra capa ya no es roja,
sino gris sucio.
¿En qué momento el abrelatas empezó a trabajar?
Queremos salir de este lugar,
desaparecer entre la bruma,
ya no más globalización,
anónimos todos,
como cajas cerradas al vacío,
mudos y sordos,
tocando el núcleo de la matriz que nos dio el soplo.
Vomitaremos chips de computadoras,
con las manos temblorosas,
encajadas como llaves a un código de barras.
En algún lado hay algún cura repartiendo heroína,
las jeringas nos sacan la lengua,
repletas y saladas como el mar muerto.
Estáticas en medio del mapa,
orinando estrellas fugaces.
El abrelatas maldito no para de girar,
quiere abrirnos las latas palpitantes,
queremos resistirlo,
pero la publicidad con sus mensajes subliminales
nos amordaza como dementes en su manicomio.     
Nuestras camisas de fuerza riman.
Tenemos recuerdos con estática en una cajita parlante.
Las chispas del corto circuito
nos quemaron el resto de los muebles.
Somos el neo-génesis,
queríamos nacer,
pero destruimos todo.
Las voces nacerán de los escombros,
de las cantinas emanará lo más puro,
de las Iglesias lo más putrefacto,
torbellinos en las tinieblas,
un recado de máquina contestadota
que apagamos antes de escuchar.
Seremos la explosión y la quietud al mismo tiempo.
Mataremos a los fundadores del abrelatas algún día,
sin proponérnoslo seremos guitarristas del viento.
Y las letras emanarán como fuentes de agua limpia,
esperando que alguien las beba antes de que sean muertas y contaminadas,
gaseosas como mitos que no se contaron.
Y las webs se irán a huelga,
reclamando la monarquía absoluta  que perdieron.
Somos el neo-génesis
y el Apocalipsis viene pisándonos los talones como hormiguitas
perdidas en las redes sociales.
El mundo está en la mano del que escribía poemas en la Edad Media,
arrugado como un papel
antes de caer al papelero.
¡Objeción!
Muerte al juez de pedazos de lenguas muertas.
Anonimato es nuestro escudo,
seguiremos tragando planetas
hasta que nos detengan.

Somos los dictadores del secreto.  

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