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viernes, 17 de octubre de 2014

Incendio

La letra inicial de mi vida cuelga de un hilo muy fino.
Hay ciertas frases que parecen rodear la casa de un hálito de incertidumbre.
¿Quién eres? ¿A dónde vas? ¿Qué quieres?
Eso solo depende de mí, contesto, y el eco se lanza contra las paredes y las pinta suavemente.
"Cuidado", escucho que susurran unos signos de exclamación desde fuera de mi casa. " Cuidado con lo que dices, cuidado con lo que eres, cuidado con lo que opinas. No nos quieras decepcionar, no quieras ser una rotunda pérdida".
Depende de mí, repito. Y los signos de exclamación me muestran los dientes.
Un signo de pregunta se me acerca como un cachorrito. Salta hacia mis brazos y se acurruca.
Supongo que en el fondo siempre supe esto. Ser una persona que duda de todo no es tan fácil. Es peligroso, mortal...hasta cruel. Hasta suicida.
Las preguntas se vuelven cada vez más complejas. Cada vez más punzantes, cada vez más capaces de destrozar mi casa y de permitir que la letra inicial de mi vida que cuelga del frágil hilo, caiga, transformándose en palabra final.
Lo extraño es que no me canso de hacer esas preguntas. Lo extraño es que...tras cada crisis, tras cada amenaza de muerte masiva, tras cada tambaleo, la casa se fortalece. Las palabras se vuelven más cálidas. Las preguntas se me acercan con más cariño. ¿O es que yo las veo con más cariño? ¿O es que yo las trato mejor?
No le temo a las dudas ni a la incertidumbre. Se han vuelto parte de mis mejores triunfos.
Acaricio al signo de pregunta, pequeñito, suave y juguetón como un cachorro.
Tomo algunos poemas y los cuelgo desde el techo.
Son aves. Mueven sus alas y vuelan por el techo de la casa. Le hacen cosquillas a la letra inicial. Le unen otras letras. La transforman en canción.
¿Para qué estoy aquí? Me pregunto. ¿Con qué fin? ¿Con qué medio me sigo sosteniendo?
Quizás deba convertirme en palabra también. O en signo de interrogación. O en un signo de exclamación que grite cosas más justas. O en puntos suspensivos, pero siempre seguidos de un nuevo comienzo o de algo sorprendentemente interesante.
Pero nunca en silencio, no. Nunca en muerte. Nunca en esa muerte terrible que surge cuando uno se limita a mirar hacia fuera sin encontrar nada nuevo. Nunca esa muerte que seca la curiosidad, o que pierde la fe, o que deja de tener sueños.
Ya sé. Ya sé que todos tenemos un punto final, inevitable e impredecible.
Pero, mientras tanto, un remolino de vida. Un baile de letras. Un arcoiris de emoción. Una sinuosidad de búsquedas, un camino. Un puente entre hoy y mañana o entre tú y yo.
Mientras tanto, depende de mí.
¿Qué quiero ser?
Una canción, un poema,un tratado de paz, una carta sincera, un cuento de hadas, una novela de misterio, un ensayo de vida.
No sé si esté pidiendo imposibles.
Quizás de eso se trata. Quizás de eso se ha tratado siempre.
De hacer incendios.


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