Toca mi rostro, que con esto se apagarán todas las antorchas.
Vine a decirte que ya no sé si te quiero, que ya no sé si valga algo lo que ha sucedido.
No se puede escribir poesía sintiendo demasiado,o quizás sí se puede, una vez que todo está en cenizas.
Ya no sé si te quiera.
A veces veo tus fotos, pero estás lejos, lejos, lejos.
De pronto, me encontré recostada en el suelo,mientras ante mí resucitaban las flores marchitas.
Yo tenía las manos heladas y tú no hablabas nada.
Yo estaba corriendo de un incendio y chocaba contigo,pero tu cara era de cera y no podías oírme.
Ya no sé si te quiera.
Así es que oscurezco mis hojas, para que las palabras se vuelvan invisibles,para que dejen de titilar las estrellas en la noche, como si fueran pequeños relojes que marcan la hora, el día, el lugar... en que dejaste de querer estar conmigo;como si fueran pequeños corazones, latiendo hasta terminar de hacerse pedazos.
Así es que...aquí estamos, con las manos cubiertas de bolsillos que pretenden ser armaduras.
Toca mi rostro y verás un montón de preguntas muertas, y así encenderé todos los focos de las calles, que son artificiales, pero quizás valgan algo.
Que están lejos de todo, como lejos estás tú, como lejos estoy yo, como lejos están las cosas, pero quizás valgan algo.
Ya no sé si te quiero, pero quizás valga algo.
Estuve nadando en un lago, estuve nadando en el sol, allá encuentro las experiencias acumuladas, allá se las doy de ofrenda al viento, maldiciendo las historias, maldiciendo las palabras, maldiciéndonos a nosotros y lo que estamos buscando.
Porque casi siempre estamos confusos, casi siempre tenemos miedo, casi siempre tenemos esperanza y en un segundo, no.
Pero nada de eso importa.
Una vez maldito, lo quiero más.
Una vez repudiado, estoy segura de que me arrastrara hasta un ansia asfixiante.
A veces te llamo: ¿Dónde estás?
Pero tú ya no vienes, no, no, no vienes, porque no me oyes.
Estás mandando mensajes en una botella o escribiendo en tu muro de facebook, mensajes abstractos que tocan como manos de humo, hablando a través de canciones de youtube...subiendo fotos a instagram.
¿Pero es verdad que me hablas y me recuerdas?
¿O hablas a otros?
Pareces una línea que zigzaguea y me pregunto quién eres.
Acaso no eres y yo trato de definirte infamemente.
Había un cerezo que me recordaba a mi infancia en la casa de mi mente.
Y tú no estabas allí, porque no existes.
No exististe nunca.
O quizás lo hiciste, pero en un espacio-tiempo que no se tocó con mi línea de rotación.
Las flores del cerezo parecían nieve cuando caían sus pétalos y entonces todo permanecía intacto, o eso parecía.
Nosotros éramos niños con los ojos bien abiertos, y todo parecía intacto, aunque estaba siendo tocado y asqueado constantemente.
Siento náuseas de esa corrupción.
Unas manos negras atraviesan mi mente.
Una sombra se para en el respaldo de mi cama y sonríe brutalmente.
Tú no sabes lo que es eso.
No lo sabes, porque no quieres saberlo, o porque no me oyes, o porque no existes.
O porque yo callé demasiado por muchos años. Porque callé tanto que ya casi me olvidé de cómo era hablar de los instantes que logran hacer un corte profundo en cada uno de nosotros.
Pero qué sabe uno.
Lo tocado siempre sufre una pérdida.
Lo tocado siempre sufre un arranque, un despojo.
Y no existe lo intacto. No existe el sellado al vacío.
Lo rasgué con mis dientes y la boca se me ha hecho sangre.
Ahora me lanzo como flecha al agua y veo la vida desde la profundidad.
Acá todo tiene sentido abstracto, lúcido o fluido, estoy haciendo burbujas.
Estoy haciendo burbujas que no tienen sentido.
Ya no sé si te quiera, pero el caso es que te recuerdo.
Un círculo está trazado en mi mano y lo miro, se parece a ti, pero no lo verás.
Estoy mirando hacia abajo y la vida parece extraña.
Mis libros son más reales que tú, es verdad.
Pero ya no te quiero.
¿Dónde estás?
¿Fuiste de viaje? ¿Compraste un auto?
Me gustan las flores del cerezo.
Arranqué unas pocas y las puse sobre mis dibujos.
Pero se marchitan y los dibujos se difuminan hasta perderse en el blanco silencio del papel.
Vi tus fotos, pero las borraste ¿Te borraste tú?
Y...¿Si salgo del agua, seré diferente yo? ¿Seré agua yo? ¿Si cierro los ojos ahora, podré despertar siendo otra cosa?
Ya no sé si te quiero, el caso es que te recuerdo.
Te recuerdo como recuerdo que eras, pero hasta esa visión es solo parte de mi mente.
Hasta esa visión está tocada.
Hasta esa visión se arranca, se resquebraja.
Porque yo sigo corriendo en mis sueños y chocándome contigo, sigo gritándote y suplicándote, pero sigues sin oírme, con tu cara de cera y tus ojos que brillan de tanta bondad que me hace daño saber que la bondad no basta.
Que hasta lo bueno hace daño. Que hasta la bondad es cruel.
A veces ya no sé si te quiero.
Y estoy cubierta de bolsillos tratando de retener los pétalos de las flores del cerezo como nieve,
estoy cubierta de bolsillos tratando de retener las palabras o los recuerdos.
Y corro, corro, corro, corro...no sé qué trato de alcanzar o de qué estoy huyendo.
Pero al final, me alcanzan, me canso de correr y me caigo, me asfixio. El agua del lago comienza a hervir conmigo dentro de ella.
Quizás yo sea como los dibujos y me difumine en el silencio de la hoja de papel, mis ojos, mi cara, todo se pierda...hasta que pasen años y nadie sepa si existí o no.
Es que no se puede hacer poesía si se siente demasiado o si las cosas no están reducidas a cenizas, porque las palabras son capaces de prender fuego y dejar confuso todo.
Así es que nado, nado, porque solo eso queda.
Aunque cuando toco el agua y las cosas y las personas, todo deja de ser lo que era. Hasta yo.
Y no puedo retener esto. No puedo retenerme a mí misma.
El agua es como un espejo, así es que me dejé ir, empecé a flotar...pude ver que hasta los bolsillos se marchitan antes y todo lo que tratan de retener se desvanece.
Todas las armaduras que tratan de ser no logran resguardarme.
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