A veces, pensaba, uno nunca deja ciertos lugares, incluso si pasan años, si pasan siglos, si pasan millones de fotografías por tu mente, si tu cuerpo no las toca, si tus manos no las toman, si tus pies no avanzan realmente.
La última vez que estuve aquí, estuve rota, como si quisiera llenarme a mí misma de palabras que brotaban de todos los rincones, pero gotearan desde mis grietas sin dejarme hablar. Una taza rota, una boca llena de sangre, unos ojos llenos de cataratas...
Y de pronto, temblamos. Temblamos tanto que tuvimos miedo de seguir viviendo.
Pero no es tan simple.
Y de pronto, temblamos. Temblamos tanto que tuvimos miedo de seguir viviendo.
Pero no es tan simple.
La última vez que estuve aquí, había lágrimas en mis ojos.
Y ahora todo parece cobrar sentido. Un sentido abstracto, pero por alguna razón, muy convincente.
No necesito explicar más, pero sigo sintiendo unos puntos suspensivos en todas las cosas, en todas las habitaciones. El espejo me los muestra cuando trato de encresparme las pestañas torpemente.
¿Crees en mí?
No importa.
Yo había venido a acariciarte con mis manos magulladas que comienzan a sanar.
Pero no es necesario que me mires con tanta desconfianza con esos ojos tuyos.
¿Confías en mí?
Un día vine a casa y se me caían a pedazos los rasgos del rostro. Nada había de mí en ningún lugar, ni siquiera en mi propia vida, ni siquiera en mis propias palabras.
He venido a abrazarte y a guardar silencio.
No debemos decir nuestros errores esta noche, solo esta noche, dejemos que solo por hoy se callen y abriguémonos bien.
Digámosle a los inquisidores que vengan a ejecutarnos mañana. Digámosle a la dueña que mañana pagaremos, que mañana nos iremos, que mañana tomaremos medidas de reparación.
Digámosle a los inquisidores que vengan a ejecutarnos mañana. Digámosle a la dueña que mañana pagaremos, que mañana nos iremos, que mañana tomaremos medidas de reparación.
Vine a llevarte a los lugares que has olvidado, con los ojos cerrados y la boca sedienta, con las manos agarrotadas y la cara golpeada, porque tienes miedo, porque tienes la mirada triste, porque pareces de piedra o de algodón.
Y tiemblas, mientras yo tiemblo. Parece que la vida nos envuelve y tiene las manos demasiado frías para nuestra acostumbrada inocencia.
El miedo es implacable conmigo. ¿Dónde está mi corazón? ¿Dónde están mis realidades más calladas?
Shh. No digas nada. No digas que he sido demasiado reservada como para quererte ahora.
Y tiemblas, mientras yo tiemblo. Parece que la vida nos envuelve y tiene las manos demasiado frías para nuestra acostumbrada inocencia.
El miedo es implacable conmigo. ¿Dónde está mi corazón? ¿Dónde están mis realidades más calladas?
Shh. No digas nada. No digas que he sido demasiado reservada como para quererte ahora.
Vine a llevarte.
A llevarte lejos.
¿Crees en mí? ¿Confías en mí?
El pasto de la facultad es inmenso, pero puedo sentirlo todo.
No te caigas sobre mis brazos. No te asustes. No te calles.
Yo sé que no puedes odiarme tanto, yo sé que no puedes amarme por siempre.
El pasto de la facultad es inmenso, pero puedo sentirlo todo.
No te caigas sobre mis brazos. No te asustes. No te calles.
Yo sé que no puedes odiarme tanto, yo sé que no puedes amarme por siempre.
Vine a llevarte como un ladrón, y cuando logres escapar, ya no lograrás volver a ser lo mismo. Porque las preguntas se hacen grandes y te comes las raíces, a veces un árbol crece junto a tu mano, pero no sabes a dónde te llevará.
Un día te encontré sentada en el puente, pero huiste de mí. Yo ya lo sabía. Lo sabía desde el inicio.
Pero no temo ya, porque estoy en casa, porque las respuestas se achican y se agrietan, mientras se te caen las cobardías viejas y nacen otras.
Un día te encontré sentada en el puente, pero huiste de mí. Yo ya lo sabía. Lo sabía desde el inicio.
Pero no temo ya, porque estoy en casa, porque las respuestas se achican y se agrietan, mientras se te caen las cobardías viejas y nacen otras.
Y seguimos temblando, como si tuviéramos miedo de seguir viviendo, pero ya lo sabes.
No es tan simple.
No es tan simple.
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