I
Aquí
me siento, amor,
Sobre
los tejados rotos de la Luna
Y
ya no me quedan palabras que aportar
A
este encuentro traumático
De
tu trayectoria elíptica con la mía en espiral.
Toda
escritura es a destiempo,
Todo
amanecer no puede llamarse así hasta que acaba.
Y
yo aquí…a veces veo las nubes sabiendo que son una mentira,
Yo
quisiera recostarme sobre ellas y hallar un nido esponjoso y cálido,
Pero
es tan imposible como hablarte y creer que con ello expreso o explico todo.
Las
palabras son un laberinto que nos pierde de nuestros caminos,
Aunque
a ratos con ellas nos las damos de valientes
Y
construimos algún puente que nos figuramos eterno,
Capaz
de resistir siglos y siglos de enigmas del idioma.
Aquí
me siento…y en silencio creo ver a la gente pasar como si yo estuviese detenida
en algún punto del tiempo,
Pero
equivoco la historia y los recodos de la memoria…
Todo
está en movimiento insaciable siempre,
No
se detiene ninguna manecilla,
No
deja de caer ninguna hoja del árbol,
Ninguna
gota de agua,
Creo
estar quieta aquí cuando ya voy avanzando diez pasos
Y
dejo atrás las cáscaras y pieles que me protegían hace diez segundos.
Todos
los límites los ponen puntos suspensivos
Y
a ratos los quiebra un poema, un llanto o una risa,
Se
desgarran las coordenadas de los mapas
Y
caminamos así sin punto de referencia, creyendo haberlo encontrado.
Una
casa en el cerro, una casa en el árbol,
Un
poema libre en la ventana, un dibujo bajo la cama, un chocolate junto al café…
Me
habría gustado creer en promesas, pero nunca creí en el tiempo ni en mí misma.
Me
suplanto a ratos como ave
Y
como usurpadora aparezco en una brisa,
Pero
siempre termino en un insomnio que echa raíces en la oscuridad,
Danzando
a bostezos con la vida,
Preguntándole
por orígenes subterráneos,
Pidiéndole
una frazada que nos esconda de nuestros fantasmas.
Si
me quitaran la boca,
Si
me cortaran las manos,
Si
me quebraran las piernas
Y
me desgarraran la piel,
No
sé cómo, pero yo hallaría la forma de hablar sin palabras,
Yo
hallaría la forma de cantarte canciones en silencio
Para
ver si después de todo,
Toda
pérdida es un encuentro.
II
Yo
no puedo ser de piedra,
O
que los muros se vuelvan sobre mí una especie de refugio.
Eso
resultaría una especie de presagio del pasado, que ya acabó hace mucho,
Cuando
las corazas arbóreas me hacían un vestido de años de sequías y lluvias copiosas
en el bosque.
Yo
no puedo ser un monumento,
Porque
los monumentos caen sobre la humanidad y se astillan,
Pronto
reluce su carácter de mito,
Pronto
se descubre que bajo sus facciones pulidas había muecas terribles.
Nosotros
por dentro somos como árboles,
Árboles
extraños que palpitan y extienden ramas como palabras,
Árboles
que hunden bajo la tierra la memoria,
Y
desprenden las raíces del núcleo de la tierra
Para
cargarlas mientras se camina,
para
llevarlas ausentes en la presencia de los gestos propios que no se conocen,
que
no se miran,
pero
se desgarran diariamente sobre las facciones agrietadas.
Yo
no podría ser de piedra, aunque quisiera,
Sobre
mí llevo retazos añosos de árboles previos,
Y
yo, retoño, sabiendo tan poco y sabiendo tanto sin saberlo.
Yo
debiese ser mujer, antes que árbol, antes que todo.
Pero
se puede ser ambas a la vez sin ser ninguna,
Sin
encontrar ninguna respuesta en los libros,
Sin
buscar nada mientras se camina sin ningún rumbo fijo,
Solo
por caminar.
Yo
no puedo ser de piedra,
Tengo
que palpitar y respirar como respiran las cosas vivas y misteriosas de la
Tierra,
Tengo
que resonar con la hierba que se mece con el viento en el campo,
Tengo
que sonar en silencio como suena el bosque,
Tengo
que desprenderme de la tierra y comenzar a cargar mis raíces para autoplantarme
en otro sitio.
Mujer
árbol,
me
busco y no me encuentro,
La
feminidad se me escapa entre los dedos
y
una brisa acaricia mis labios para contornearlos.
De
vez en cuando he salido a agitar las hojas,
pero
siempre siempre el follaje se hace insuficiente para proteger un intento de
piel
que
sienta la música en la superficie de lo profundo.
Un
día yo estaba plantada sobre la tierra,
Y
solo quise permanecer allí inmóvil y hermosa,
Oliendo
los secretos de los otros árboles,
Conociendo
al árbol viejo del bosque que hablaba a través de las raíces que se comunican
unas con otras,
En
una red de lo invisible y lo enigmático,
En
una red que nosotros llamamos familia y juramento,
Origen
de la primera semilla y tumba de los árboles ancestros.
Pero
no había sospecha entonces.
No
había sospecha ni historia alguna que diera cuenta de una trasformación tan
extraña.
Una
mujer no puede ser un árbol.
Un
árbol no puede devenir mujer.
O
acaso las preguntas eran la ramificación más gloriosa
Y nosotros
no sabíamos cómo responderlas ni cómo formularlas.
III
Si
los árboles son un refugio o no, no lo puedo saber.
O
lo supe siempre y ahora lo he olvidado de veras.
Dicen
que ellos ocultan una vida subterránea,
Como
he de ocultar yo que vine al mundo con una forma que era distinta de la actual.
O como
he de ocultar el rostro entre las manos,
Dejando
que se difumine en las hojas de papel
O en
las caminatas nocturnas.
Un
día, me contaron, dejé de ser árbol y me convertí en mujer
Todo
parece demasiado extraño para ser cierto.
No
es que lo niegue, pero lo niego.
O
decido retumbarlo sobre la tierra a modo de un “no sé” y una huida.
Lo
cierto es que ahora soy mujer y se supone que tengo una historia para eso.
Aunque
saber qué o cómo se es mujer es una cosa de poetas o de locos.
Si
los árboles son un refugio o no, no lo olvido, no lo olvides,
Tienen
una (H)historia impresa en la piel.
Dibujada
en las raíces.
Susurrada
en las hojas.
Goteante
y gritona en la savia.
Le
hablan ellos al viento
Y ve
a saber cómo, le cantan a los pájaros
Antes
de que siquiera sean pájaros,
Antes
del antes,
Antes
del después,
Antes
de que eclosionen o florezcan de sus huevos.
Les
he visto o les he soñado
Cantando
serenatas bajo la Luna,
En
sutil danza de maestros, moviendo las hojas como se mueve la música invisible.
Y
una abuela se sentaba a tomar mate
Y recitaba
sin cesar, mientras miraba el paso y el goteo del tiempo,
Que
los árboles también conducen a los muertos a sus casas
Para
que se despidan y vayan a nacer de nuevo.
O
a prometérselo al vacío infinito.
Acaso
ellos sepan secretos de la vida
Que
somos muy ciegos para oír…
Que
somos muy acorazados para transmitir en un dulce reventar de muerte,
Ese
que nos convirtió en simples (no) humanos
Y nos
nos dio la dicha de hacernos-nacernos semilla.
Nuestras
palabras son tan solo, o demasiado, un eco.
Nuestra
vida es solo (todo) un suspiro.
Tenemos
historias, pero creemos, ingenuos, olvidarlas pronto.
Los
árboles son cosa distinta,
Una
materia misteriosa les sostiene,
Alma
que se erige hacia la altura entremedio del vacío,
Y un
poco burlones aparecen como madres dando la mano en medio de la oscuridad.
Sus
raíces recuerdan los cuentos antiguos del origen del mundo,
Y construyen
un retrato del universo,
A la
vida la muestran en un silencio elocuente
Y palpita
una sonrisa honesta, difícil de pesquisar.
Qué
difícil pararse aquí ahora luego de decir esto.
A
veces, he cruzado el bosque solo mirando por la ventana.
Y me
digo que puedo escapar a sus copas mirándolos de lejos.
Creí
que mis antepasados eran árboles
Y yo
debí (de)venir humana para sufrir mucho
O para
aprender un poco
Cómo
valorar la tierra bajo los pies
Sin
quitar la vista del manto azul.
Y
en sueños, temí y quise a la vez, convertir mi boca en semilla,
Desgarrar
por dentro y quebrar las raíces,
Hallar
podado de cuajo el último atisbo de locura.
Pero
los árboles se erigen aquí contra toda certeza.
Ellos
se trepan, se ramifican, se siembran
En
los minúsculos poros de una piel que procura hacerse humana.
Aparecen
dando testimonio de un testigo,
Horrorizado
y firme sobre catástrofes que retumban
En
el origen de los intentos de decir…
Y
trepan.
Solo
eso, aunque es demasiado.
Trepan,
trepan, trepan…
Y yo
me angustio, me pierdo, me asfixio…
Y
siguen trepando, entremedio de mis manos,
Echando
raíces en mis músculos
Y haciendo
de la savia mi columna vertebral,
Se
ciñen a mis caderas y contornean formas femeninas,
Subiendo
por mis ojos,
Construyendo
una piel de hojas tímidas,
Una
boca de flor en botón.
Trenzando
mi cabello…
Y haciéndose
nudos.
Nudos
terribles
En
el corazón del corazón.