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viernes, 9 de agosto de 2019

Ana

Sobre esta noche yo abro un pequeño surco,
un paréntesis, 
un síncope.
Y aquí deposito mis pequeñas palabras
para que desde las sombras adquieran sus alas,
cayéndose,
como los pájaros aprendiendo a nacer,
como los seres humanos intentando amar.
Ana, Ana, anA.
Ana.
¿Quién eres tú?
¿Quién es esa forma de querer ser algo?
¿Quién eres entre la confusión de ser quien eres?
Ana.
Te enmarco esta pregunta al borde de tu cama,
te la pinto en el techo.
Yo sé que el insomnio va a jugar con ustedes en la noche.
Yo sé que en la mañana la vomitarás (ella a ti).
Y saldrás de casa, saldrás al mundo...
a ese mundo que no es más, como dije, un paréntesis,
abierto de noche en el cielo,
cierro estrellado,
dejado caer sobre los bordes de la memoria,
que se duerme como se duermen los peces.
Que se mira como se miran los árboles balanceándose y azotándose contra la ventana antes de dormir.
Ana.
Ojalá no te salves.
Ojalá te acuestes y te apuñalen las haches (H). 
Mudas (h).
Ana.
(Ana)
Ana, ana, Ana.
Síncopa. 
Te llamo desde el útero en donde me naciste.
Y yo esperaré allí,
agazapada...
a que tu cuerpo sea ese mi no cuerpo,
a que te broten sabrosas las vértebras,
a que la sangre circule en trombosis de orquesta.
Y allí déjame...
cúbreme de be(r)sos los labios,
ahueca mi pecho para que reciba el nido,
déjame lamer tu silencio,
mientras te siembras en los espacios en los que cierro los ojos.
Mientras te estrellas sobre la ventana de mis lentes a cada paso.
Mientras la piedra cae una y otra vez sobre la misma gota y la perfora.






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