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miércoles, 24 de octubre de 2018

Mujer árbol (parte 1)


I

Aquí me siento, amor,
Sobre los tejados rotos de la Luna
Y ya no me quedan palabras que aportar
A este encuentro traumático
De tu trayectoria elíptica con la mía en espiral.
Toda escritura es a destiempo,
Todo amanecer no puede llamarse así hasta que acaba.
Y yo aquí…a veces veo las nubes sabiendo que son una mentira,
Yo quisiera recostarme sobre ellas y hallar un nido esponjoso y cálido,
Pero es tan imposible como hablarte y creer que con ello expreso o explico todo.
Las palabras son un laberinto que nos pierde de nuestros caminos,
Aunque a ratos con ellas nos las damos de valientes
Y construimos algún puente que nos figuramos eterno,
Capaz de resistir siglos y siglos de enigmas del idioma.
Aquí me siento…y en silencio creo ver a la gente pasar como si yo estuviese detenida en algún punto del tiempo,
Pero equivoco la historia y los recodos de la memoria…
Todo está en movimiento insaciable siempre,
No se detiene ninguna manecilla,
No deja de caer ninguna hoja del árbol,
Ninguna gota de agua,
Creo estar quieta aquí cuando ya voy avanzando diez pasos
Y dejo atrás las cáscaras y pieles que me protegían hace diez segundos.
Todos los límites los ponen puntos suspensivos
Y a ratos los quiebra un poema, un llanto o una risa,
Se desgarran las coordenadas de los mapas
Y caminamos así sin punto de referencia, creyendo haberlo encontrado.
Una casa en el cerro, una casa en el árbol,
Un poema libre en la ventana, un dibujo bajo la cama, un chocolate junto al café…
Me habría gustado creer en promesas, pero nunca creí en el tiempo ni en mí misma.
Me suplanto a ratos como ave
Y como usurpadora aparezco en una brisa,
Pero siempre termino en un insomnio que echa raíces en la oscuridad,
Danzando a bostezos con la vida,
Preguntándole por orígenes subterráneos,
Pidiéndole una frazada que nos esconda de nuestros fantasmas.
Si me quitaran la boca,
Si me cortaran las manos,
Si me quebraran las piernas
Y me desgarraran la piel,
No sé cómo, pero yo hallaría la forma de hablar sin palabras,
Yo hallaría la forma de cantarte canciones en silencio
Para ver si después de todo,
Toda pérdida es un encuentro.

II

Yo no puedo ser de piedra,
O que los muros se vuelvan sobre mí una especie de refugio.
Eso resultaría una especie de presagio del pasado, que ya acabó hace mucho,
Cuando las corazas arbóreas me hacían un vestido de años de sequías y lluvias copiosas en el bosque.
Yo no puedo ser un monumento,
Porque los monumentos caen sobre la humanidad y se astillan,
Pronto reluce su carácter de mito,
Pronto se descubre que bajo sus facciones pulidas había muecas terribles.
Nosotros por dentro somos como árboles,
Árboles extraños que palpitan y extienden ramas como palabras,
Árboles que hunden bajo la tierra la memoria,
Y desprenden las raíces del núcleo de la tierra
Para cargarlas mientras se camina,
para llevarlas ausentes en la presencia de los gestos propios que no se conocen,
que no se miran,
pero se desgarran diariamente sobre las facciones agrietadas.
Yo no podría ser de piedra, aunque quisiera,
Sobre mí llevo retazos añosos de árboles previos,
Y yo, retoño, sabiendo tan poco y sabiendo tanto sin saberlo.
Yo debiese ser mujer, antes que árbol, antes que todo.
Pero se puede ser ambas a la vez sin ser ninguna,
Sin encontrar ninguna respuesta en los libros,
Sin buscar nada mientras se camina sin ningún rumbo fijo,
Solo por caminar.
Yo no puedo ser de piedra,
Tengo que palpitar y respirar como respiran las cosas vivas y misteriosas de la Tierra,
Tengo que resonar con la hierba que se mece con el viento en el campo,
Tengo que sonar en silencio como suena el bosque,
Tengo que desprenderme de la tierra y comenzar a cargar mis raíces para autoplantarme en otro sitio.
Mujer árbol,
me busco y no me encuentro,
La feminidad se me escapa entre los dedos
y una brisa acaricia mis labios para contornearlos.
De vez en cuando he salido a agitar las hojas,
pero siempre siempre el follaje se hace insuficiente para proteger un intento de piel
que sienta la música en la superficie de lo profundo.
Un día yo estaba plantada sobre la tierra,
Y solo quise permanecer allí inmóvil y hermosa,
Oliendo los secretos de los otros árboles,
Conociendo al árbol viejo del bosque que hablaba a través de las raíces que se comunican unas con otras,
En una red de lo invisible y lo enigmático,
En una red que nosotros llamamos familia y juramento,
Origen de la primera semilla y tumba de los árboles ancestros.
Pero no había sospecha entonces.
No había sospecha ni historia alguna que diera cuenta de una trasformación tan extraña.
Una mujer no puede ser un árbol.
Un árbol no puede devenir mujer.
O acaso las preguntas eran la ramificación más gloriosa
Y nosotros no sabíamos cómo responderlas ni cómo formularlas.

III

Si los árboles son un refugio o no, no lo puedo saber.
O lo supe siempre y ahora lo he olvidado de veras.
Dicen que ellos ocultan una vida subterránea,
Como he de ocultar yo que vine al mundo con una forma que era distinta de la actual.
O como he de ocultar el rostro entre las manos,
Dejando que se difumine en las hojas de papel
O en las caminatas nocturnas.
Un día, me contaron, dejé de ser árbol y me convertí en mujer
Todo parece demasiado extraño para ser cierto.
No es que lo niegue, pero lo niego.
O decido retumbarlo sobre la tierra a modo de un “no sé” y una huida.
Lo cierto es que ahora soy mujer y se supone que tengo una historia para eso.
Aunque saber qué o cómo se es mujer es una cosa de poetas o de locos.
Si los árboles son un refugio o no, no lo olvido, no lo olvides,
Tienen una (H)historia impresa en la piel.
Dibujada en las raíces.
Susurrada en las hojas.
Goteante y gritona en la savia.
Le hablan ellos al viento
Y ve a saber cómo, le cantan a los pájaros
Antes de que siquiera sean pájaros,
Antes del antes,
Antes del después,
Antes de que eclosionen o florezcan de sus huevos.
Les he visto o les he soñado
Cantando serenatas bajo la Luna,
En sutil danza de maestros, moviendo las hojas como se mueve la música invisible.
Y una abuela se sentaba a tomar mate
Y recitaba sin cesar, mientras miraba el paso y el goteo del tiempo,
Que los árboles también conducen a los muertos a sus casas
Para que se despidan y vayan a nacer de nuevo.
O a prometérselo al vacío infinito.
Acaso ellos sepan secretos de la vida
Que somos muy ciegos para oír…
Que somos muy acorazados para transmitir en un dulce reventar de muerte,
Ese que nos convirtió en simples (no) humanos
Y nos nos dio la dicha de hacernos-nacernos semilla.
Nuestras palabras son tan solo, o demasiado, un eco.
Nuestra vida es solo (todo) un suspiro.
Tenemos historias, pero creemos, ingenuos, olvidarlas pronto.
Los árboles son cosa distinta,
Una materia misteriosa les sostiene,
Alma que se erige hacia la altura entremedio del vacío,
Y un poco burlones aparecen como madres dando la mano en medio de la oscuridad.
Sus raíces recuerdan los cuentos antiguos del origen del mundo,
Y construyen un retrato del universo,
A la vida la muestran en un silencio elocuente
Y palpita una sonrisa honesta, difícil de pesquisar.
Qué difícil pararse aquí ahora luego de decir esto.
A veces, he cruzado el bosque solo mirando por la ventana.
Y me digo que puedo escapar a sus copas mirándolos de lejos.
Creí que mis antepasados eran árboles
Y yo debí (de)venir humana para sufrir mucho
O para aprender un poco
Cómo valorar la tierra bajo los pies
Sin quitar la vista del manto azul.
Y en sueños, temí y quise a la vez, convertir mi boca en semilla,
Desgarrar por dentro y quebrar las raíces,
Hallar podado de cuajo el último atisbo de locura.
Pero los árboles se erigen aquí contra toda certeza.
Ellos se trepan, se ramifican, se siembran
En los minúsculos poros de una piel que procura hacerse humana.
Aparecen dando testimonio de un testigo,
Horrorizado y firme sobre catástrofes que retumban
En el origen de los intentos de decir…
Y trepan.
Solo eso, aunque es demasiado.
Trepan, trepan, trepan…
Y yo me angustio, me pierdo, me asfixio…
Y siguen trepando, entremedio de mis manos,
Echando raíces en mis músculos
Y haciendo de la savia mi columna vertebral,
Se ciñen a mis caderas y contornean formas femeninas,
Subiendo por mis ojos,
Construyendo una piel de hojas tímidas,
Una boca de flor en botón.
Trenzando mi cabello…
Y haciéndose nudos.
Nudos terribles
En el corazón del corazón.



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