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martes, 23 de junio de 2015

Tu boca

Acá, que las hojas van cayendo a nuestro alrededor y no sabemos de dónde vienen.
Yo miré tu boca, miré tu boca, miré tu boca.
Yo miré tu boca y me he dejado caer.
El edificio es como un cuerpo vacío. De él brotan pasos ahogados en un mar de dudas.
Nos miramos de reojo, sabemos qué estamos haciendo. Sabemos a dónde queremos llegar.
El piano suena a nuestro paso clavando sus teclas en nuestras costillas.
Yo miré tu boca, miré tu boca, miré tu boca.
Yo miré tu boca y fui cayendo como un ave enjaulada que es lanzada del edificio.
Pero siempre sonreí ante tus preguntas afiladas.
Las hojas van cayendo dentro de mis ojos, pero no lo notas.
¿No ves dónde estamos parados?
Creí percibir que el suelo se hacía añicos y nuestros pies no tenían dónde ir.
Debo decir, tenía 8 años...
Debo decir, 8 años es mucho y nada de tiempo.
El juego de ingenio se para frente a mi cama con sus ojos siniestros. Tengo miedo.
Yo miré tu boca, miré tu boca, miré tu boca.
Se me cayeron las razones y quise recogerlas, pero no queda ya esperanza de conseguir algo.
8 años es demasiada juventud para un juego de ingenio siniestro sobre la cama.
Esto es un juego. Si pierdes, haremos la danza de la muerte sobre nuestras cabezas.
Y ya no vi tu boca. No vi tu boca, no vi tu boca.
Estaba demasiado preocupada tratando de que su otra boca no cayera sobre mí en mis pesadillas.
Temo que los secretos salgan huyendo espantados ahora.
Temo que la mano sobre la rodilla de la inocencia me haga caer una vez más.
Pero tú...pero tú...¿permaneces a mi lado ahora? ¿Ves cómo caen las hojas a nuestro alrededor, aunque no sepamos de dónde hemos venido hasta aquí?
Tenía miedo, pero la voz no me sale ahora.
Miré tu boca y deseé que fuese esta boca la boca antigua, que fuese esta boca la que caía sobre mí cuando los 8 años se alzaban sobre la tela real de lo que no se cuenta.
Pero no. Tú no digas lo que hemos dicho.
La oscuridad nos ocultará y nos hará estrellas de noche, lo suficientemente sólidas como para brillar en el mundo.
Lo suficientemente sólidas como para no desvanecerse en lágrimas calladas.
Miro tu boca, miro tu boca.
Pero no deseo besarla, aunque deseo besarla.
No deseo besarla, porque las sombras se van alzando a mi alrededor y temo caer más abajo de la tierra misma.
Temo que un día me despidas con la mano, diciéndome que he muerto. Que he muerto y que los recuerdos no me dejaron antes que yo a ellos.
Pero entonces...¿ves cómo se caen las hojas desde el techo hacia arriba? Parecen burbujas, te digo. Y tú sonríes. La verdad es que los muertos son los que caminan, no tengas miedo, me dices, que son los muertos los que abordan las micros, los que comen y duermen, los que miran tu boca, son los muertos los que se paran frente a mí con sus ojos llorosos. Los vivos están allá, en sus tumbas, descansando en paz, mientras nuestras palabras los sostienen, mientras nuestras frases les dan aliento.
Y yo veo tu boca, quisiera besarte, pero la muerte me lo impide. Estás lleno de gusanos, estás lleno de tierra.

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