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lunes, 13 de abril de 2015

El cielo que camina

Camine el cielo con sus pies ligeros sobre la tierra, al anochecer, cubierto de su manto estrellado y había algo en sus ojos, pero no dijimos nada, porque teníamos miedo de ser siempre los mismos, preguntándonos las mismas cosas. Teníamos miedo de nacer pensando que podíamos hacer todo y llegar simplemente a hacer un nada cómodo y sin gloria.
Un día escalamos hasta la cima de nuestras dudas y miramos desde abajo cómo todo se veía diferente, estábamos plantados en un espacio-tiempo, con la idea de que éramos pájaros enjaulados en sus mentes.
Yo te dije: no puedo pensar en la vida sin la muerte, pero tú callaste, porque siempre te produjeron recelo mis palabras.
La muerte siempre tuvo ese tinte tan oscuro, tan recóndito, tan lejano, tan odiado por la humanidad, pero a mí me pareció que era hora de reivindicarla.
¿Por qué a la muerte se le vio tan negativamente? ¿Por qué se le juzgó, desconociendo sus encantos?
No me pidas que ignore la muerte diaria, no me pidas que no me piense como un cúmulo de muertes renaciendo en sí mismas. Pero tú te tapabas los oídos cuando yo decía eso, porque pensabas que la vida debía ser prolongada, aunque ésta estuviese vacía.
¿Por qué?
¿Por qué?
Camine el cielo con sus pies ligeros sobre la tierra y a veces creíamos que sus palabras no nos tocaban, a veces pensábamos que éramos irrompibles o que la luna no era más que un satélite idealizado por los poetas.
Te dije que prefería una vida corta y con emociones a concho, pero tú no dijiste nada.
¿Dónde estaba tu silencio entonces? ¿En la cima o en la bóveda estrellada? ¿En el subsuelo? ¿En la mente de todos diciéndonos algo inconsciente que sabíamos igual, pero que no queríamos reconocer?
Y ahora me traes este pedazo de alma deshilachado, como si yo pudiera siquiera resistir que estuviera entero frente a mí.
El reloj está a punto de detenerse para siempre y el cielo sigue caminando junto a nosotros, impasible, como si se riera de nuestra humanidad tan llena de grietas, tan llena de cuentos de terror, tan llena de palabras que pretenden alcanzar lo inalcanzable y explicar lo inexplicable.
¿Temes al vacío? ¿Temes a la oscuridad? ¿Temes a los recuerdos?
Yo no sé a dónde tengo que ir esta noche, pero ya estoy atrasada. Ya estoy sintiendo el llamado lejano desde allá. ¿Me acompañarás? ¿Me acompañarás a donde vaya incluso ante la expectativa inevitable de la muerte?
Camine el cielo con sus pies ligeros sobre la tierra, al anochecer, cubierto de su manto estrellado y había algo en sus ojos, pero no dijimos nada, nos miramos cómplices y callamos nuestra idea de vida, o muerte, como si no supiéramos que no son diferentes nunca, sino más bien como hermanas siamesas ligadas siempre la una a la otra, con el cordón umbilical oscilando.
Y te veo caminar por los pasillos oscuros de la casa, fingiendo que no sientes nada, fingiendo que hay una meta que alcanzar antes de que acabe el día y llegue la noche y te exija que hables, aunque quieras callar para protegerte, aunque quieras gastar el tiempo y matar las horas en cosas que parecen importantes, pero no lo son realmente.
Te veo, ¿me ves tú? Te siento aunque no estés, puedo tocarte, pero te haces humo. Pareces una palabra que se posa en mi mente y me lleva al espejo en busca de una verdad que aún no logro precisar. Podría perder la razón buscándola.
La noche llega de manera tan inesperada que me espanto. Las horas parecen quedarse pegadas todo el día y, de súbito, se corretean unas a otras en mi casa y pasan de golpe. Me abofetean con sus minutos filosos. Como si el tiempo se dividiera en una sucesión infinita de pestañeos imperceptibles que jamás logro entender del todo. Una lógica absurda me persigue a todas partes, buscando las causas de momentos que realmente no las tienen.
El cielo camina con sus pies ligeros en la tierra y sigo buscando cosas que no conozco. La muerte me guiña el ojo en una esquina y yo la saludo con la mano. Estamos en paz. ¿Vendrás mañana por la mañana cuando me cuestione el por qué estoy aquí y el por qué hago las cosas que hago?
Tenemos una cita agendada para el jueves a las 17:30. Ella vendrá con sus dudas y yo procuraré jugar al ajedrez con mis respuestas inventadas, pero el juego nunca llega a una conclusión. El problema es que no tenemos reyes, sino solo peones que caminan incansablemente y enfrentan la vida poniéndole el pecho a las balas.
Pero bueno, seguimos caminando y hablando de ella, de la vida.
Habíamos escalado hasta la cima y miramos hacia abajo, donde la vida parecía perder la seriedad de siempre. No veíamos a los otros pequeños, sino que nosotros nos veíamos pequeños a nosotros mismos, pero no importaba.
El cielo se tumbó con nosotros en el pasto y se echó a reír de nuestra tontería diaria de querer ser perfectos.
¿A qué viene la idea de perfección? No la necesitamos nunca. Solos queríamos poder ser lo que queríamos ser. Solo queríamos poder mirarnos a los ojos y disfrutar de los viajes que nos planteáramos sin estar jugando al gato y al ratón con el tiempo.
Éramos ancianos sentados en el borde de nuestros zapatos, mirando con expectativa muda nuestra juventud futura.
Nos miramos las manos, nos miramos los pies...¿dónde estaba nuestra subjetividad? ¿dónde estaba nuestra identidad? ¿Era verdad que solo estaba en nosotros mismos?
A veces te veo y tengo la sensación de que te pareces más a mí que yo misma. Y yo me parezco más a ti que tú mismo.
Pero te callas y sonríes, siempre discreto, siempre con tu manta de invisibilidad camuflándote con el cielo.Y me confundo, porque tengo la tendencia a poner todo en palabras tratando de alcanzar lo que ellas no alcanzan.
Son bonitas ¿cierto? Son hermosas y misteriosas como nosotros, ¿no es verdad?
¿No contestas, no contestas más?
El cielo se balancea con su manto estrellado y las estrellitas giran ante nosotros, formando un espiral de recuerdos, un espiral de dudas, un silencio que comunica más que todos los escritos juntos.
Y, por fin, advierto que te destapas los ojos y te volteas hacia mí.
De pronto, ahora me recuerdas...y me miras con ese rostro tuyo. ¿Olvidaste que éramos hermanos de esencia? ¿Olvidaste que encontramos la razón del silencio en alguna parte? Y, de improviso, un estallido te va alejando, como si cayeras en un subterráneo mar de preguntas vacías, como si algún agujero te tragara a ti y al tiempo. Me quedo en este espacio que no tiene color más que el que has ido dejando, como una estela de respuestas que están desconectadas de la realidad...como si nada existiese más que un grito desgarrador en la noche que escribiste en esta página.
Y sí, me equivoqué. ¿Por qué te pensé diferente?
Tú eres yo, yo soy tú. Tú eres mi reflejo callado, mi reflejo pensativo, mi reflejo que mira el horizonte mientras este se aleja corriendo y vuelve con flores frescas.
Me pareció que habíamos recorrido mil caminos distintos, pero era solo yo caminando uno solo entre sueños, con el cielo de la mano, con el manto estrellado cubriéndonos y diciéndonos que no importa la muerte, que no importa la vida, porque el misterio es ese, porque los caminos no dejan de ser nosotros mismos buscándonos a nosotros constantemente.
Ahora camino por estos pasillos, calada de frío hasta la médula, sola, buscando a una persona que decían que tenía mi nombre. O que se parecía a mí desde algún punto incompleto. Lo olvidé. No sé quién era ni dónde estaba.
Esa persona del pasado, esa persona del futuro guiñándome el ojo, esa persona que aparece en cada momento y que inventa sus propias palabras y crea sus propias respuestas.
Me golpea la puerta de noche y me cosquillea las entrañas.
¿Pero no era el cielo el que hacía eso?
Camine el cielo con sus pies ligeros sobre la tierra, camine sobre nuestras vidas, camine sobre nuestras búsquedas, camine sobre nuestras entrañas y se transforme en nuestra sangre para que sepamos que es posible el cambio, que es posible la extrañeza frente a lo que parece real, que es posible que seamos pájaros y salgamos volando y nos confundamos con el azul enorme.
Yo te miro y ahora yo callo. Nos entendemos sin necesidad de muchas guías y muchos métodos. Nos entendemos en el espacio callado de lo que somos y lo que no queremos ser, ancianos mirando hacia el futuro, jóvenes mirando hacia el pasado.
El cielo nos abraza y caminamos juntos.
Y pienso. La vida y esa cosa que nadie entiende, que para vivir la vida en serio, hay que tirarse al vacío todos los días y morir de nuevo, y volver otra vez.
Reventar el inicio, descuartizar el tiempo y buscar el botón de salida.
Buscar el botón de salida. Buscar el botón de salida. Buscar el botón de salida.

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