Pablito clavó un clavito, ¿Qué clavito clavó Pablito?
El primero lo clavó cuando tenía ocho años. O eso recuerdo. Tenía una sonrisa macabra en su mirada y sus palabras se volvieron mi principal trampa.
Clavó el clavito del miedo. El primero y el más letal. En mi mente y en mi corazón, el clavito de Pablito hacía su efecto como si se derritiese dentro de mí, envenenando varios tejidos, y pensé que el mundo podía ser oscuro y cruel. Pensé que había maldad y desconfianza. Sentí que estaba indefensa y nada podía hacer para defenderme.
Pablito clavó un clavito. ¿Qué clavito clavó Pablito?
El segundo lo fue clavando lentamente. Y Pablito tenía muchos rostros: escuela, compañeros, trabajo, sociedad, hasta familia. Se llamaba rechazo ante lo diferente. Se llamaba capacidad de juzgar lo ajeno como algo incorrecto.
El clavo tenía el martillo de la burla y del aislamiento. A veces era un clavo que llegaba indirectamente, con un camino sinuoso de moralidades gastadas.
Y el clavito de Pablito se volvió más profundo. Hundió más el clavo anterior, trazó una línea de caída. Un punto de quiebre.
Y pensé que yo podía ser oscura y que debía tener desconfianza de mí, porque estaba indefensa y no debía tratar de defenderme, porque la defensa no es merecida por los acusados que ya han sido declarados culpables.
Pablito clavó un clavito. ¿Qué clavito clavó Pablito?
El tercero se llamó conformidad. Era el más silencioso de todos. Nadie supo nunca cómo logró encajarlo allí y martillarlo tan firmemente sin levantar sospechas.
Era un clavo de detalles. Detalles y más detalles que formaban un gran escenario de clavos.
Era bajar la cabeza y no decir nada. Era hacer lo correcto y cumplir con el deber. Era tomar el camino más socialmente aceptado, pero no el que pudiera funcionar para mí.
El camino de las buenas notas, el futuro, el buen sueldo, el buen traje, la buena casa y la carrera prestigiosa...¿Para qué? No se sabía bien para qué ni por qué. Todo resultaba confuso entre la presión interna y la externa.
El clavo estaba inyectado en mi cerebro y rodeado de pequeñas excusas diarias y pequeños argumentos inviables que iban a desprenderse en algún momento crítico.
Pero yo no lo sabía. No lo quise saber. Lo ignoré y lo dejé incrustarse en mí.
Nunca supe que estaba allí hasta que ya estaba muy grande, hasta que ya había llegado bastante lejos.
Pablito clavó un clavito. ¿Qué clavito clavó Pablito?
El último se llamó pérdida de la fe, de la confianza, dejar de creer.
Y ese fue el clavo más fatal. El más enorme.
Atravesó mi vena aorta y me cerró la garganta. El corazón era un atochadero de venas rotas y sangre sucia. Comenzó el envenenamiento masivo y los otros clavos terminaron de soltar sus toxinas.
Convulsioné algún tiempo. Tragué mi propia sangre y mis propias lágrimas, sin ser capaz de pedir o recibir ayuda.
Y pensé que la vida podía ser oscura y cruel. La gente podía ser oscura y cruel. El mundo podía ser oscuro y cruel. Yo podía ser oscura y cruel.
¿Entonces qué remedio quedaba?
El clavito de Pablito apuntaba a una decisión final. A un corte de raíz. A una muerte anunciada y voluntaria.
Pensé en lanzar los despojos de mi cuerpo y mente a una cama de clavos y acabar con todo.
Pablito no podría clavar más clavitos, porque no habría dónde clavarlos. Punto final. Silencio total.
¿Pablito clavó un clavito? ¿Qué clavitos clavó Pablito? ¿Y si hubiera sido otro y no Pablito?
Entonces noté que Pablito no clavaba solo los clavitos, si no que tenía un buen ayudante que los introducía a fondo. Y ese ayudante tenía mi propio rostro, mis propios pensamientos, mis propias palabras, mis propios gestos.
Yo el martillo, yo el clavito, yo parte del mismo Pablito.
Y entonces tomé los despojos y los mandé a reparar.
Hubo otros clavos y otros martillos. Hubo pegamentos, hilos, y otros trabalenguas.
Y pensé ¿Puede la gente ser oscura y cruel? Sí, puede. ¿Puede ser el mundo oscuro y cruel? Sí, puede. ¿Puedo yo ser oscura y cruel? Sí, puedo.
Pero...¿Puede uno escoger sus propios clavos? Sí, puede. ¿Puede uno detener a Pablito y dejar de darle el poder de clavar esos clavos tan dolorosos? Sí, puede.
¿Puede el mundo, la gente, y yo misma dejar de ser oscura y cruel? Sí, en ocasiones, puede.
¿Por qué? Porque somos humanos y no somos perfectos.
Pero lo intentamos o lo podemos intentar.
Porque, así como somos capaces de crear las cosas más horrendas, somos capaces de los bienes más grandes y las obras más magníficas.
Uno puede ser carpintero o albañil de su propio trabalenguas.
Pablito trató de clavar otros clavitos...¿Qué clavitos clavó Pablito?
Ninguno sin que yo opusiera mi martillo.
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