Que traspasas todas las cosas,
que recuerdas que nada es eterno, aunque nos disfrazamos de trascendentes.
Fragilidad, que caes como lluvia en Octubre
y truenas en los huesos, astillándolos, haciéndolos polvo de golpe,
que resuenas y vibras cruel en la carne, tan despiadada, tan sincera...
Y viajas a la velocidad de la luz,
desbaratando como huracán maldito el tiempo y los recuerdos.
Y ahora...Fragilidad, te me apareces tan frágil, tan niña,
tan pequeño hilo de vida enredado en los zapatos cubiertos de barro y lágrimas...
Y te me cuelas en el espacio sagrado de los libros,
apareces en los retratos, en las manos y los amores...
con rechazo, con despecho,
con palabras amables para clavar un puñal en un pecho ya destrozado, ya herido de muerte.
Caes de golpe sobre lo duro y lo seguro,
¿Por qué te corporalizas como lo más suave...si eres tan dura, dura, dura...?
Dura de todo,
de todo lo imaginable,
de todo lo existente,
todo lo que daba por sentado, por obvio...
Fragilidad, que te sientas en mi regazo y me miras,
y te sonríes con ese rostro tierno, pero horroroso.
Me das un sabor a sangre y un beso de dolor en los labios secos...
Te veía niña y ahora te me muestras con este rostro macabro insoportable.
Te veía tan niña, pero te surcan las arrugas de una vejez impenetrable y misteriosa,
existente no sé cómo antes de nacer.
Fragilidad...verdad dolorosa, difuminada, pero material en el pensamiento.
Eres un cadáver que alimento con mi sangre...
tu cuerpo lo llevo a cuestas, como una carga del silencio de años...
Una piedra en el zapato, una prohibición de tomar café, un beso rechazado...
La certeza de que éramos hermosos,
tan hermosos que daban ganas de llorar...
que nuestro amor era una obra de arte,
un soneto coronado de estrellas de poeta en la noche...
Y ahora...que somos nada, que no valemos ni la mitad...
ni la pena, ni las lágrimas, ni el tiempo...
Fragilidad, que vienes y te vas...¿Tanto hemos cambiado en tan poco tiempo?
¿Cuándo nos dejamos de amar y dejamos que el frío se nos colara por los ojos y nos sombreara las entrañas?
¿Qué somos ahora? Maldita sea, un despojo, un manojo de heridas caminantes que no se quieren cerrar, un montón de extraños viviendo en la misma casa,
descansando y sonriendo de mentira sobre las mismas ruinas.
Y tú...que viniste a abrirnos los ojos que no queríamos abrir.
Que viniste de sobresalto a tirarnos en el patio,
a desbaratarnos la ilusión, a soplarnos los sueños...
Que entraste alada y altiva, con una ráfaga de viento gris
cayendo y congelando sobre nuestras cabezas.
Fuimos hermosos. ¡Ay! Fuimos tan hermosos...
¿Y qué somos ahora?
¿Qué queda aquí que sea salvable, que arroje aunque sea la quimera de una esperanza?
Tengo nostalgia por los tiempos que creí presentes y que ahora son un pasado de siglos atrás.
Una bonita era dorada que se levanta como daga sobre nuestra horrible crisis...
nuestra triste pérdida, nuestra prematura muerte...
Fragilidad, que te plantas aquí, de sorpresa,
como lo único solido entre todo lo que creí cierto,
y ahora no es más que una pobre historia de felicidad remota,
un cuento que me inventé antes de dormir y pasar la vida soñando.
Me miras aquí, lúgubre y serena,
tan extraña...tan real, tan palpable,
como un sueño que se me hizo realidad de pesadilla.
Te apareces como la apología burlona de un absurdo,
de un intento fallido que tuve de desear demasiadas cosas imposibles.
Demasiadas sonrisas que duraron un parpadeo...
Demasiadas fotografías de cuando éramos felices impresas en mi piel...
que ahora arden, arden, arden, arden y destrozan,
llenando un espacio cargado de bellos recuerdos con un vacío,
con una rasgadura terrible en una tela espantosa que tiene carácter de tiempo,
de biografía, de linaje perdido, de tejido de existencias...
Fragilidad...¿Qué somos ahora?
¿Qué hicimos con nuestra belleza?
¿Cómo gastamos esta felicidad prestada y cobrada hoy con intereses?
Devuélveme los amores, los abrazos, las risas...
devuélveme ese sentido que cubría mi camino...
O déjame en paz velar a mis muertos,
déjame en paz llevar este duelo tan oscuro, tan precipitado, tan irremediable.
Fuimos hermosos...Fuimos hermosos...Fuimos hermosos...
Y ahora de esto hasta la memoria está manchada,
hasta el reservado santuario de nuestras dichas ha sido pisoteado y contaminado con dolor...
No sobrevive ningún pilar de la casa,
no queda ni un pequeño pétalo de afecto posado sobre la almohada,
no responde ningún familiar amado...
las murallas están pobladas de gritos, de llanto, de miradas perdidas aferrándose a un recuerdo nebuloso, ya más irreal que un futuro anterior,
ya más irreal que nosotros mismos.
Fragilidad...te instalas sobre mi corazón...
Me abofeteas sin descanso...me muestras a mis seres amados atravesados por punzadas de dolor,
agazapados, acurrucados sobre sus fuerzas, suplicando...
Traspasas mi carne, mi rostro, mi columna...
Cuánto duele abrir por fin los ojos,
cuánto duele dejar que formes y deformes mi ser y el de los demás a tu antojo...
Anidas en mi mente e imprimes un tobogán de tiempo...
un tiempo que se gasta, que se difumina, que se roe y corroe...
que también es frágil y ficticio,
que tampoco es eterno...que también morirá por fin.
Porque nada es en verdad eterno.
Ni el dolor, ni la muerte, ni la felicidad, ni el amor...
Ni el amor...
aunque nos aferremos con todas nuestras fuerzas y demos todo,
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