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lunes, 23 de octubre de 2017

Petición y testamento

Cuando yo muera, por favor recoge mis libros,
recógelos de todos los rincones del tiempo,
de todos los caminos circulares de la memoria,
de todas las trenzas invisibles del lenguaje,
de todos aquellos viajes y rutas que emprendieron por su cuenta,
en silencio...furtivamente...sin avisarle a nadie...
Recoge mis libros y pasa las páginas
y acaso encuentres en ellos un último soplo mío entre sus frases,
entre sus historias enigmáticas,
entre sus poemas chorreantes de belleza cristalina, de belleza tan grande que duele un dolor no sabido.
Un dolor que atraganta ahora mis manos sin paladar, mis manos de lengua rota.
Cuánto duelen y cuánto aman...
Cuando yo muera, junta mis libros,
invítalos a reunirse junto a un café
o en un parque de árboles de verde intenso como la vida...
Recógelos como a trozos de mi ser,
exhuma de ellos mi memoria,
extrae de ellos mi corazón,
estrújalos y arrebátales mi último mensaje,
detrózalos y devóratelos...
Destrózame y devórame a mí...
O siéntate y pregúntales por mí,
por cómo era, por quién era, a dónde íbamos...cómo me perdí tan lejos...
Dónde nos perdíamos juntos, dónde creímos encontrarnos.
Recolecta de ellos los fragmentos de mi rostro,
encuéntralos en las bibliotecas y los dormitorios sin ordenar,
esparcidos por la casa, las hojas y los estantes,
en las filas del banco y los viajes en bus,
en las líneas misteriosas de la infancia y del pasado.
En el rincón oscuro de mi alma...y tirados en el sucio vagón del metro en hora punta.
Cuando muera...por favor, por favor, por favor, por favor, por favor, por favor...
abraza mis libros...
Abrázalos fuerte e imprégnate con su aroma de especias,
déjalos que te mezan entre sus brazos
o que te construyan un refugio firme de papel,
para que puedas ocultarte para siempre de la muerte.
Para que pueda yo preservarte en su amor de mi propia muerte.
Cuida mis libros y óyelos bien,
acaso allí encuentres como en un suspiro imperceptible
todas mis historias entre sus páginas,
todo lo que pude amar o viajar,
todo lo que dije mal dicho o me callé de veras,
lo inconcluso y lo aún demasiado concluido.
Abraza mis libros y acaso no sepas cómo me encuentras y no me encuentras nunca más en ellos,
como una pieza faltante de un rompecabezas,
como un disco roto o un beso muerto antes de besar.
Convérsame con ellos o abofetéame por mi cobardía,
interrógame de los secretos malnacidos sobre mi frente triste.
Por favor, recoge mis libros,
acaso en ellos veas que queda un charco de mi existencia,
que soy un soplo de aire sin aire entre sus hojas,
que tal vez, solo tal vez, me quedé impregnada en su interior,
o logré habitarlos no sé cómo mejor que en el mundo y la vida misma.
En un cuerpo de papel con palabras palpitantes que sangran, lloran y caminan.
Cuando muera por fin...busca mis libros,
no dejes que los pongan en cajas,
no dejes que se llenen de polvo,
no dejes que se duerman sobre los estantes...
o que se exhiban como cadáveres de un coleccionista de memorias...
Abrázalos...abraza a mis libros...
y que te canten y te cuenten historias...
que te lleven a sus viajes increíbles...
Recógelos, llévalos contigo, cerca de tu alma,
debajo de tu almohada,
sobre el corazón de aquel a quien más amas,
junto al café, las flores y las fotografías.
Déjales que te peinen los cabellos
y te acaricien suavemente la espalda,
que consuelen el llanto
y sean un guerrero fiel contra el insomnio.
Cuando yo muera...por favor, recoge mis libros...
Acaso encuentres en ellos mis últimas palabras...
Que lo nuestro fue genuino,
que lo nuestro ha sido más verdadero que todas las verdades inventadas,
que había en ello una pizca de magia,
un toque auténtico de algo hermoso.
Ellos te podrían decir que te amé,
que te amé, que te amé, te amé...
con todo mi ser desperdigado en literatura, café y dibujos,
mi ser que era yo y no era yo de antes,
porque todo lo han hablado ellos primero...y mis palabras son pequeñitas, tímidas y juegan a las escondidas todo el tiempo.
Abraza mis libros y, llegado el momento,
déjame ir...suéltame para que me vaya lejos como si fuera parte del viento,
porque he emprendido otro viaje,
porque he detenido el tiempo y he dejado que me quiebren sus manecillas,
estoy en medio de un navegar extraño y sin retorno...indecible como seré indecible yo y todo lo que he amado y vivido.
Y siento que les he dejado un abrazo inconcluso,
un no sé qué roto hasta la médula,
un recorrido de náuseas y sueños terribles.
Allá donde yo voy no me está permitido llevarlos,
no me está permitido leerlos ni como refugio ni como travesura.
Cuando yo muera...
toma mis libros entre tus manos,
ponlos sobre tu pecho antes de que caiga el atardecer sobre mi tumba...
allí encontrarás mi última sonrisa...y los vestigios de un último recuerdo.

lunes, 9 de octubre de 2017

Frágil

Fragilidad...
Que traspasas todas las cosas, 
que recuerdas que nada es eterno, aunque nos disfrazamos de trascendentes.
Fragilidad, que caes como lluvia en Octubre
y truenas en los huesos, astillándolos, haciéndolos polvo de golpe,
que resuenas y vibras cruel en la carne, tan despiadada, tan sincera...
Y viajas a la velocidad de la luz,
desbaratando como huracán maldito el tiempo y los recuerdos.
Y ahora...Fragilidad, te me apareces tan frágil, tan niña,
tan pequeño hilo de vida enredado en los zapatos cubiertos de barro y lágrimas...
Y te me cuelas en el espacio sagrado de los libros,
apareces en los retratos, en las manos y los amores...
con rechazo, con despecho, 
con palabras amables para clavar un puñal en un pecho ya destrozado, ya herido de muerte.
Caes de golpe sobre lo duro y lo seguro,
¿Por qué te corporalizas como lo más suave...si eres tan dura, dura, dura...?
Dura de todo,
de todo lo imaginable,
de todo lo existente,
todo lo que daba por sentado, por obvio...
Fragilidad, que te sientas en mi regazo y me miras,
y te sonríes con ese rostro tierno, pero horroroso.
Me das un sabor a sangre y un beso de dolor en los labios secos...
Te veía niña y ahora te me muestras con este rostro macabro insoportable.
Te veía tan niña, pero te surcan las arrugas de una vejez impenetrable y misteriosa,
existente no sé cómo antes de nacer.
Fragilidad...verdad dolorosa, difuminada, pero material en el pensamiento.
Eres un cadáver que alimento con mi sangre...
tu cuerpo lo llevo a cuestas, como una carga del silencio de años...
Una piedra en el zapato, una prohibición de tomar café, un beso rechazado...
La certeza de que éramos hermosos, 
tan hermosos que daban ganas de llorar...
que nuestro amor era una obra de arte,
un soneto coronado de estrellas de poeta en la noche...
Y ahora...que somos nada, que no valemos ni la mitad...
ni la pena, ni las lágrimas, ni el tiempo...
Fragilidad, que vienes y te vas...¿Tanto hemos cambiado en tan poco tiempo?
¿Cuándo nos dejamos de amar y dejamos que el frío se nos colara por los ojos y nos sombreara las entrañas?
¿Qué somos ahora?  Maldita sea, un despojo, un manojo de heridas caminantes que no se quieren cerrar, un montón de extraños viviendo en la misma casa,
descansando y sonriendo de mentira sobre las mismas ruinas.
Y tú...que viniste a abrirnos los ojos que no queríamos abrir.
Que viniste de sobresalto a tirarnos en el patio,
a desbaratarnos la ilusión, a soplarnos los sueños...
Que entraste alada y altiva, con una ráfaga de viento gris 
cayendo y congelando sobre nuestras cabezas.
Fuimos hermosos. ¡Ay! Fuimos tan hermosos...
¿Y qué somos ahora? 
¿Qué queda aquí que sea salvable, que arroje aunque sea la quimera de una esperanza?
Tengo nostalgia por los tiempos que creí presentes y que ahora son un pasado de siglos atrás.
Una bonita era dorada que se levanta como daga sobre nuestra horrible crisis...
nuestra triste pérdida, nuestra prematura muerte...
Fragilidad, que te plantas aquí, de sorpresa,
como lo único solido entre todo lo que creí cierto,
y ahora no es más que una pobre historia de felicidad remota,
un cuento que me inventé antes de dormir y pasar la vida soñando.
Me miras aquí, lúgubre y serena,
tan extraña...tan real, tan palpable,
como un sueño que se me hizo realidad de pesadilla.
Te apareces como la apología burlona de un absurdo,
de un intento fallido que tuve de desear demasiadas cosas imposibles.
Demasiadas sonrisas que duraron un parpadeo...
Demasiadas fotografías de cuando éramos felices impresas en mi piel...
que ahora arden, arden, arden, arden y destrozan,
llenando un espacio cargado de bellos recuerdos con un vacío,
con una rasgadura terrible en una tela espantosa que tiene carácter de tiempo,
de biografía, de linaje perdido, de tejido de existencias...
Fragilidad...¿Qué somos ahora?
¿Qué hicimos con nuestra belleza? 
¿Cómo gastamos esta felicidad prestada y cobrada hoy con intereses?
Devuélveme los amores, los abrazos, las risas...
devuélveme ese sentido que cubría mi camino...
O déjame en paz velar a mis muertos,
déjame en paz llevar este duelo tan oscuro, tan precipitado, tan irremediable.
Fuimos hermosos...Fuimos hermosos...Fuimos hermosos...
Y ahora de esto hasta la memoria está manchada,
hasta el reservado santuario de nuestras dichas ha sido pisoteado y contaminado con dolor...
No sobrevive ningún pilar de la casa,
no queda ni un pequeño pétalo de afecto posado sobre la almohada,
no responde ningún familiar amado...
las murallas están pobladas de gritos, de llanto, de miradas perdidas aferrándose a un recuerdo nebuloso, ya más irreal que un futuro anterior,
ya más irreal que nosotros mismos.
Fragilidad...te instalas sobre mi corazón...
Me abofeteas sin descanso...me muestras a mis seres amados atravesados por punzadas de dolor,
agazapados, acurrucados sobre sus fuerzas, suplicando...
Traspasas mi carne, mi rostro, mi columna...
Cuánto duele abrir por fin los ojos,
cuánto duele dejar que formes y deformes mi ser y el de los demás a tu antojo...
Anidas en mi mente e imprimes un tobogán de tiempo...
un tiempo que se gasta, que se difumina, que se roe y corroe...
que también es frágil y ficticio,
que tampoco es eterno...que también morirá por fin.
Porque nada es en verdad eterno.
Ni el dolor, ni la muerte, ni la felicidad, ni el amor...
Ni el amor...
aunque nos aferremos con todas nuestras fuerzas y demos todo,
aunque nos disfracemos de trascendentes...