La lluvia ha salido del suelo con la
fuerza de un volcán.
No ha desembocado en el cielo, porque la
evaporación se la ha tragado antes que al alba reventada, en sus canicas de
juego raro de mundo inmóvil, en su rutina diaria de New York Times.
La lluvia se ha pulverizado al entrar en
contacto con la piel humana. No alcanzó su humedad para apagar el incendio de
la juventud encarcelada. No hubo libros que no se rompieran, no hubo palacios
que no se quemaran, el destello del sol explotando en mil retazos de existencia
no quiso detenerse hasta no acabar con todos los cuadrados que danzaban
invocando a su dios efímero de números resquebrajados.
Yo estaba allí y por eso lo digo. Era la
única testigo con millones de ojos binoculares que se giraban sobre sí mismos para
ver en diferentes direcciones desenfrenadamente, hasta herir de información mis
materias grises esparcidas en muchos papeles que tengo imaginariamente grabados
en el cuerpo completo, como tatuajes de sangre.
Tenía una cámara y fotografié todo el
mundo desplomándose sobre sus ejes caleidoscópicos. La gravedad ha sido
desafiada y expulsada del reino. La revista Vogue fue lanzada a los zombies que
se la tragaron hasta que la podredumbre los desintegró a ambos en un gigantesco
Big Bang celuloide. Wall Street se hundió en el mar para siempre, como
Atlántida lo hizo hace años, vi cómo los números de los billetes pataleaban
desesperadamente para tratar de salvarse, pero se ahogaron igual en goterones
de veneno radioactivo y azufre hirviente.
El reloj se detuvo en el 12 y empezó a
correr hacia atrás.
El incendio consumió los árboles y las
casas, sus llamas se movilizaron por las calles de la capital gritando
protestas, consumiendo hipocresías, reuniendo otras llamas efusivas, reclamando
derechos...vomitando sistemas, martillando educaciones que estaban llenas de
termitas.
La lluvia desgarró los ojos del mundo con
su ácido dinamitado. Mario Bros corría en las aceras tras un paraguas que el
viento virtual se llevaba cada vez más lejos…como si fuera una burla de las millones
de mentes que penetraron el sistema y no lograron derretirlo.
Los bomberos han desenmascarado a todos
los pirómanos de este mundo en Game Over, pero nadie se atreve a llevarlos tras
las puertas de la justicia imaginaria. Una enorme huelga mundo se canaliza en
los estanques de agua potable envenenando todo de dudas lentamente…casi como un
ladrón diestro en la oscuridad de la noche golpeada por los asteroides del
silencio obligado.
Había letras que se terminaron
consumiendo así mismas dentro de sus cárceles. Había caníbales que se comieron
sus propios cuerpos pintados de frustración. Un juez que no quiso dictar nada,
un médico que no quiso dar diagnóstico, un profesor que se calló una lección
importante…curiosamente todos estábamos mirando el vidrio roto desde adentro,
aterrorizados, pero inmóviles.
Las razones no las tengo, pero no las
diré tampoco.
Tenemos una ignorancia que se jacta de
ser letrada caminando por las facultades de las universidades, succionando la
energía de los jóvenes e ilusos, ametrallando la razón con todos sus recovecos
sinuosos, donde los árboles humanos brotan y se posicionan de las ideas,
maltratando el cuerpo hasta consumirlo por completo, que se transforme en una
pila de la mente, un motor que le permita volar a distancias inimaginables y
menos aún, pronunciables por nadie.
Nada de lo que nos importe en serio
podremos explicarlo.
Vi como el mundo se succionaba así mismo
y se reinflaba para reventar de nuevo. Un cambio de rotación de millones de
cenizas pegadas en los manicomios de las calles humanas, recortando angustias
de los rostros felices de sus trajes espaciales que mentían acerca de ir a la
Luna. La Luna está en las palmas de nuestras manos, allí ha estado haciendo
poesía todos estos años, anónimamente, como un ángel vilipendiado injustamente.
No todos los ángeles caídos son malos.
Algunos decidieron caer para respirar ese aire vívido y real. Ese dejo de dolor
y alivio que se mezcla en las azoteas del ser humano con sus muros vomitados de
razón, limpiándolos un poco con su desinfectante de ignorancia que rasga almas
idealistas.
Yo me metí en mi escafandra y recorrí el
incendio así, nadando por los pensamientos dudosos de la noche, los cambios a
veces se disfrazan y juegan a las escondidas, hasta que nos saltan de un segundo
a otro. Algunos ríen por la broma, otros mueren de ataques al corazón.
Y la lluvia sigue cayendo por las calles
con su boca ancha, inundándolo todo cada vez más, pero incapaz de apagar el
incendio aún. Quiere ahogarnos como lo hizo alguna vez el diluvio histórico,
pero algo sale mal. El incendio parece capaz de devorarlo y calcinarlo todo.
A veces me siento en el borde del pozo,
junto a la serpiente, y me pregunto dónde andarán ya los grifos de esta era del
hielo mental. A veces el miedo viene a burlarse de mí con su ronroneo
zigzagueante y helado, como un fantasma que acaricia las teclas de un piano
viejo. Pienso que los caminos que uno toma en el desierto son para pintarlos y
por eso nadie nunca entiende bien porqué lo hiciste.
¿Por qué el cuchillo estaba en tu mano
ese día cuando la lluvia limpiaba la sangre de tus manos? Nadie quiere ya
cuentos de hadas o caballeros enlatados. Todos quieren crónicas policiales que
los convenzan de lo que ya tienen pegado a la mente como una sanguijuela.
Corazones de claustro. Cerebros
encerrados en bolsas ziploc. Ojos de papel. Manos de aserrín. Bocas de caucho
quemado…
El reloj está empañado y ya no deja ver
la hora. Las máquinas ensordecen a todos con su marcha de soldados de aceite.
Me quito la escafandra y tomo el arma. Si
querían mi sangre, aquí la tienen. Si querían mis letras, pueden olvidarlo. No
importa dónde vaya, o dónde decida estar, mañana la lluvia boca ancha decidirá
desaparecer, o querremos obligarla…un día ella dejará de azotar sueños, un día
dejará de ser verdugo, un día su cascabeleo fatal dejará de rotar alrededor de
las cabecitas de los escolares dirigiéndose inocentemente a sus escuelas, un
día alguien contará su secreto y todos verán llover en sus propios rostros…y se
mitigará el incendio, porque la lluvia que proviene desde dentro, la boca
estrecha, acrecienta las llamas y las hace arcoiris.
Y allí seguiré yo. Y entonces no tendré
que dar explicaciones…lo sabrán ya. Lo sabré ya.
Mientras tanto…la lluvia boca ancha sigue
derrumbando mis castillos de dibujos y fotografías…pero los seguiré
reconstruyendo. Los árboles que brotan de mis manos no quieren secarse, procuro
regarlos de dudas todos los días para que no se detengan y no dejen de dar
oxígeno a este vehículo soñado dentro de una caja. Algún día estallará, lo sé,
pero me tragaré la cola del mundo girando en mi propia canción.
Después de todo…aquí está enorme aún el
trazo limpio del desierto, y la serpiente sigue zigzagueando junto al pozo…allá
lejos susurran unos viajeros infinitos.