Desde la locura descarnada te llamo más cuerda que nunca. ¿Puedes oírme bien? ¿Puedes oírme?
¿Me oyes más allá del eco de mi voz? ¿Más allá y más profundamente que las resonancias que hacen vibrar tu oído en el interior más recóndito de tu cuerpo-no cuerpo? ¿Me oyes con tu cuerpo sin órganos? ¿Con tus oídos sin oreja? ¿Con tu oreja sellada al vacío?
¿Puedes oírme más allá del eco ensordecedor de las palabras en el tiempo y en el espacio? ¿Mucho más allá de los códigos fríos y afilados del lenguaje? ¿Mucho más claro que la ambigüedad de nuestros diccionarios? ¿Preciso y conciso? Manecillas de letras, manecillas de letras, manecillas de letras...gotean juguetonas con su tic-tac, cayendo cayendo desde mis cuadernos, desde mis croqueras, desde mis fotocopias apiladas por todos lados...se escurren entremedio de las alfombras y las grietas del piso...se enredan en las paredes, se estampan en la ropa, se pegan a los zapatos, se van volando con la brisa que entra por la ventana...se diseminan como polen...flotan, flotan, flotan. Saltan, nadan, vuelan, caminan, reptan viscosas...tic-tac, tic-tac, tic-tac. Se ríen como niños. Se esconden de mí cuando volteo para saber si están jugando a mi espalda. Creo oír susurros que se entretejen en mi mente, creo tener un reloj de arena clavado en la garganta. Cada grano que cae vale mil vidas.
¿Me oyes? Oye, ¿me oyes? ¿Más allá del bien y del mal? ¿Del espacio entre el dolor y el placer? ¿Del espacio entremedio de la luz y la oscuridad? ¿Entre los espacios intersticiales? ¿Más profundo que el centro de la tierra? ¿Más elevado que el Everest? ¿Más agónico que la muerte? ¿Más muerto que la vida? ¿En el cráter de un volcán?
Camino entre cicatrices vestigiales que se incrustan en la piel de la tierra. Me pregunto cómo lo hacen para saltar hacia mis manos. Me pregunto cómo se cuelan en mis ojos y en mi garganta. Me pregunto cómo hacen para caer como lágrimas y regar un árbol de dudas.
¿Me oyes o no? ¿Te llevan el viento mis palabras o las palabras se llevan el viento? ¿Qué permanece? ¿Qué existe?
¿Puedes oírme entremedio de la nada?
Déjame cruzar este puente. Ya sé que me lo advertiste.
La nada está esperándome tras esta puerta. ¿Será tan angustioso como contaban los sabios antiguos? La nada me sabe a frutillas. O a limón. A la memoria que guardan los objetos. Hay que mascarla con fuerza...hay que sumergirse...abrir los brazos, flotar...flotar...
O transitar entre la tristeza que se descuelga de tu boca cuando aceptas lo inevitable, y la catástrofe tremenda que sobreviene en tus huesos cuando eres inmensamente feliz.
¿Me oyes? ¿Puedes oírme?
Estoy debajo del agua.
Tic-tac.
Veo tu rostro entre burbujas.
Veo cómo el libro se cae de la mesita de noche. Un estruendo enorme traspasa el reloj de arena en mi garganta. El conteo inicia de nuevo.
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